Arte y arquitectura románica de Cantabria: San Cipriano de Bolmir

No deja de ser una gran verdad o cuando menos, una experiencia dignamente valorable, que el apasionado del Arte en general y del Arte Románico, en particular, encontrará, en los rincones más insospechados de Cantabria, una amplia selección de viejos templos, cuyo continente y contenido le dejará ampliamente satisfecho, saciando, además, esa peculiar costumbre, tan humana, en el fondo, que es la especulación.

Si asistieron ustedes a mi anterior propuesta, cuando les invité a acompañarme a Retortillo -lugar en el que en tiempos existió la histórica ciudad romana de Juliobriga- en la presente ocasión, tengo el gusto de invitarles a acompañarme a Bolmir y echar un vistazo a la peculiar iglesia románica, cuya advocación recae sobre un no menos peculiar personaje, San Cipriano.

Con el fin de añadir un poco de pimienta a la esta aventura, conviene reseñar que Cipriano, antes de encontrar la Luz, como Pablo de Tarso y seguir los misteriosos senderos del Señor, fue un gran conocedor y practicante del Arte de la Magia, disciplina que posiblemente adquirió em sus viajes por Egipto, la India y Grecia, donde, además, desarrolló una extraordinaria habilidad como exorcista, adelantándose, cuando menos, diecisiete siglos a los escabrosos pormenores de la novela de William Peter Blatty, cuyo contenido, a todos nos puso los vellos del cuerpo como escarpias, cuando tuvimos ocasión de verla en las grandes pantallas cinematográficas, allá por los años setenta del pasado siglo XX.

No es de extrañar, por tanto, que este templo, en cuya ejecución se adivinan las mismas manos canteras que elevaron los templos de otros lugares cercanos -como la Colegiata de San Pedro de Cervatos, considerada como ‘el Kama Sutra’ del Arte Románico español- tuviera presente a este santo, de convicciones cristianas tardías, si tenemos en cuenta, que para la Iglesia de Roma, las ancestrales creencias de los pueblos de la Cornisa Cantábrica, fueron siempre un escollo nada fácil de salvar, pues estas incluían una variada gama de personalidades fantásticas, que basadas en las tradiciones célticas, ocupaban un lugar cotidiano en sus vidas y costumbres, incluyendo, además, a esos aterradores personajes que hasta tiempos relativamente modernos, fueron una auténtica pesadilla para muchas generaciones de supersticiosos españoles, sobre todo, en los entornos rurales: las brujas.

Aclarados estos aspectos, que quizás ayuden de alguna manera a hacer más lúdica e interesante la visita, añadiremos que el templo de San Cipriano de Bolmir -sobre cuya continuidad erótica, echaremos en la presente entrada un tupido velo- sigue con regularidad las familiares características de los templos de la época -planta en forma de nave única, a la que con posterioridad se le añadieron sendas capillas, una de la Epístola y la otra del Evangelio- a la que habría que añadir la preferencia de los canteros cántabros a desestimar la torre, sustituyéndola por una soberbia espadaña, añadida al lado del hastial del lado oeste o de poniente, aunque sin escalones de acceso, como vimos en el caso de la iglesia de Retortillo.

Cabe destacar, entre los motivos decorativos de los canecillos que se elevan sobre la formidable portada principal de acceso al templo, situada en el lado sur de la nave, la presencia de una cruz, que además de ‘exorcizar’ de alguna manera, las fuertes temáticas representadas en la gran mayoría de canecillos, recuerda a algunos templos del vecino románico burgalés.

Otro de los detalles curiosos, afines a este lado del templo, es la presencia de dos ventanales por encima de la portada de entrada, si bien la no alineación del ventanal situado a la izquierda, puede ser indicativo de modificaciones posteriores, sobre todo, relacionadas con la espadaña, que aunque de origen románico, algunos autores piensan que pudo haber sido ejecutada con posterioridad.

Posiblemente, en el lado norte estuviera situado, en tiempos, el cementerio medieval, del que no queda rastro alguno y en la actualidad, el terreno está dedicado a parque infantil, si bien el templo está situado junto a la carretera general, que en cuestión de algo menos de cinco kilómetros, deja al viajero en Reinosa, centro neurálgico de la zona.

Bolmir, por lo demás, es un pueblo en transformación, algunos de cuyos edificios, en ruina o puestos a la venta, denotan todavía la grandeza de esa arquitectura rural, sólida y montañesa, que además de desafiar al tiempo, cautiva también los corazones.

AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están sujetos a mis Derechos de Autor.

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