Bareyo: una aventura pasada por agua

Estimado amigo y lector: si eres de esa clase de viajeros, soñadoramente convencidos de que la aventura es la aventura y que, además, bajo cualquier circunstancia, calarte hasta los huesos bajo un intenso chaparrón también justifica los medios, entonces estoy seguro de que sabrás apreciar la presente experiencia.

Si conoces, no obstante, los pormenores de pluviosidad que determinan que el Norte de España sea un auténtico vergel, reconocerás, que no sólo los cielos nublados, sino también las abundantes precipitaciones sean circunstancias que has de tener en cuenta como compañeras inseparables de aventura y aceptar el reto de no arredrarte, aunque tengas que pagar el precio de que tus habilidades como circunstancial reportero gráfico se vean irremediablemente mermadas.

No importa: tus exposiciones perderán calidad, en detrimento de unos sentidos, que se sentirán plenamente gratificados por el placer de una experiencia intensamente natural, que te hará sentir la vida en todo su esplendor y te inducirá, además, a ser tan receptivo, metafóricamente hablando, como los pétalos de esas flores que inundan los valles coralinos a tu alrededor, revitalizándose al contacto con el líquido vital.

Esto puede sucederte, como de hecho, me sucedió a mí, si eliges un camino que se dirige hacia la costa del Cantábrico, buscando las delicias de esa arquitectura de época, que se localiza, por lo general, en los lugares más insólitos y aparentemente apartados y te encuentras, sin esperártelo, con lo más parecido a una tromba marina.

Siendo más concreto, si vas en dirección a encantadores pueblecitos marineros, como Noja, Ajo o Isla y paras tierra adentro, en un pueblecito llamado Bareyo, para poner a prueba tu pasión por la arquitectura románica y hacer de sus numerosos detalles, un tema interesante con el que intentar especular largo y tendido.

Es cierto, que te sorprenderá muchísimo y hasta llegarás a sentir cierto sentimiento conmiserativo, contemplar como las modas y los gustos de determinadas épocas, fueron incidiendo sobre el modelo original, hasta convertirlo en una especie de híbrido arquitectónico, en el que a dudas penas sobreviven algunas partes inestimables de su conjunto original-

Un conjunto, por otra parte, de aspecto monasterial, que de alguna manera, como se demuestra en el entramado cubicular que se levanta por encima del ábside o cabecera, seguía todavía los viejos modelos de los monasterios visigodos, algunos de los cuales han llegado hasta nosotros, para hacernos tener una idea de esa arquitectura hispánica, que comenzó a colapsar a partir del siglo VII, cuando los ejércitos agarenos de Tariq y Muza invadieron la Península Ibérica.

Pero obviando esto y el detalle, no menos singular, de la forma hexagonal de su torre-campanario -posiblemente remodelada también en época posterior- verás que la simbología que hacía de estos lugares el libro de instrucción de los pueblos, sigue ahí, aunque en algunos casos, lo suficientemente afectada por los siglos de erosión, como para que algunas de representaciones sean difíciles de identificar, si bien, en el fondo, entenderás que no se diferencien mucho de las temáticas relacionadas a este tipo de complejos receptáculo de fe y evangelización y supongas, observando los ojos perdidos en el infinito de algunas de esas representaciones, alusiones al entorno, al modo de vida y a esa eterna confrontación dual entre el bien y el mal, que de una manera popular, calificamos como de virtudes y pecados.

En definitiva: con o sin lluvia de por medio, el Norte de España siempre son intensas experiencias garantizadas y esta iglesia de Santa María de Bareyo, merece figurar en la agenda de ruta de cualquier amante del Arte, la Arquitectura y el Misterio.

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AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, como el vídeo que lo ilustra, son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están sujetos a mis Derechos de Autor.

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