El Coll Can Masana de Montserrat, lugar de contacto OVNI

La montaña de Montserrat, moldeada con infinita paciencia durante miles de años por esos excepcionales escultores al servicio de Gaia, que son el tiempo y la erosión, ha sido siempre y posiblemente continúe siéndolo en el futuro, un lugar de encuentro para todos los amantes del misterio y la belleza.

No es de extrañar, que por sus singulares características, donde la fuerza creadora de la Naturaleza se vale también de las paraidolias para generar formas perfectamente definidas, entre las que destacan las impresionantes figuras de un mono y de un elefante, supuso un verdadero hándicap para que todas las culturas que habitaron a su vera, la consideraran eminentemente sagrada.

Horadada, así mismo, por un intrincado laberinto de cuevas, que nos recuerdan, siquiera sea comparativamente hablando, el palacio de Circe, quizás la más intrigante de todas las grandes magas de la Antigüedad, como así lo describió el poeta griego Homero, Montserrat es, además, el lugar donde se venera a una de las Vírgenes Negras más mistéricas y populares de la Península Ibérica: la Moreneta.

De hecho, Montserrat y su santuario recabaron, en los años terribles años cuarenta del siglo XX, la atención de los jerarcas nazis, uno de cuyos máximos dirigentes, la autoridad suprema de la Gestapo y de las SS, hizo una visita muy especial al lugar, convencido de que Montserrat era, en realidad, el Montsalvat o la Montaña Sagrada descrita por el misterioso trovador medieval, Wolfram von Eschembach, en su obra ‘Parzival’, posteriormente elevada a la categoría de obra inmortal de la música, por Richard Wagner.

Con éstos y otros muchos antecedentes, no es de extrañar, que a finales de los años setenta y principios de los años ochenta del pasado siglo XX, cuando el fenómeno OVNI comenzó a adquirir la categoría de una auténtica psicosis mundial, hasta el punto de llamar la atención de uno de los más grandes psicólogos de la Historia, el suizo C.G. Jung, quien en su maravilloso libro titulado ‘De cosas que se ven en el cielo’, ya especulaba en la relación que dicho fenómeno podía tener con el inconsciente colectivo, cierta parte de la montaña de Montserrat, su parte trasera, denominada Coll Can Masana, se convirtiera en el foco casuístico de unos contactos y unos avistamientos que iban a dejar perplejo a medio mundo.

Era la época, en la que contactados como el peruano Sixto Paz Wells y su Misión Rama –posiblemente, el nombre derivara de la maravillosa obra de ficción del escritor norteamericano, residente en Sri Lanka, Arthur C. Clarke- o el controvertido y misterioso Josip Ibrahim con sus libros ‘Yo visité Ganimedes’ o ‘Mi preparación para Ganimedes’, asombraban al mundo con sus supuestos contactos con entidades extraterrestres, mientras que autores, como el italiano Renato Vesco, en su obra ‘Interceptarlos sin disparar’ ya sobrecogía al mundo, cuando presentaba aquéllas armas milagrosas del Tercer Reich, entre las que se contaban enigmáticos proyectos de naves espaciales con forma de platillo volante y sorprendentes artilugios espacio-temporales, como ‘la Campana’, que recuerdan, también, las controvertidas investigaciones realizadas por la Marina de los Estados Unidos, en el denominado ‘Experimento Filadelfia’.

A ellos, iba a sumárseles un curioso personaje, el empresario de origen catalán, Luis José Grífol, quien todos los días 11 de cada mes y de acuerdo a unas supuestas ‘instrucciones extraterrestres’ citaba en ésta parte de la montaña de Montserrat a todos aquellos interesados en el fenómeno OVNI, para que vieran con sus propios ojos, las impresionantes evoluciones de unas luces, que ya nadie dudaba que eran las naves de esos hermanos mayores del Cosmos, que acudían en auxilio de una humanidad que había caído en el caos y en la autodestrucción.

En este lugar, donde hoy día hay un buen aparcamiento para todos aquellos que quieran disfrutar de las numerosas rutas senderistas que se distribuyen a todo lo largo y ancho de este lugar sagrado, miles de personas, ascendiendo por un camino denominado como ‘Camín de les Batalles’, pudieron disfrutar, fuera la inteligencia que fuera que las manejara, de unas luces que sin duda alguna, ofrecían un espectáculo, cuando menos sorprendentemente maravilloso en aquéllas noches estrelladas, de cada día 11 de cada mes.

Y es que, como le decía a su amigo Horacio, aquél melancólico príncipe de Dinamarca, Hamlet: hay más cosas en el cielo y en la tierra, de las que puede soñar tu filosofía.

AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están sujetos a mis Derechos de Autor.

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