Nava del Rey: exvotos, apariciones y curaciones milagrosas

Castilla es una tierra de pan y también de vino, en cuyos caminos, poco importa si embarrados o polvorientos, el viajero puede encontrarse de bruces con el misterio, sin necesidad de buscarlo explícitamente.

Como dijo un querido poeta en cierta ocasión –Antonio Machado- yo también he andado muchos caminos y me he perdido en sus inextricables encrucijadas.

Y al hacerlo, bien sea porque la Providencia así lo dispuso o simplemente porque a la casualidad –que créanme, también existe- se le antojó salirme al paso, he tenido la oportunidad de encontrarme, cara a cara, con una casuística, que cuando menos, induce a meditar y por supuesto, a sentir pleno respeto por la fe de nuestros mayores: los exvotos o el fenómeno de la curación por la fe.

Quizás esto pueda parecerles aburrido, pero para el verdadero viajero, todos los datos son válidos a la hora de conocer el país y la tierra por la que se desenvuelven sus pasos y en ese sentido, bueno es saber que muchas iglesias, ermitas y santuarios que jalonan la complicada orografía castellana –independientemente, por supuesto, de los muchos que hay a lo largo y ancho de España- fueron levantados en lugares donde supuestamente hubo una aparición mariana, hace cientos de años, caracterizándose por las curaciones milagrosas y la profunda devoción de los lugareños.

Nava del Rey, es un pueblo de Valladolid, distante unos siete kilómetros de Medina del Campo –fíjense, que ya el nombre de Medina, nos introduce en sus orígenes musulmanes- famoso por la excelente calidad de sus vinos, por las formidables bodegas subterráneas, herencia de su pasado medieval y también por las excelentes obras de Arte que atesora en su iglesia parroquial, parte de cuyos temas ya tuve ocasión de compartir con ustedes en otro post.

Hasta su Reconquista y repoblación, en los siglos XII-XIII, éstas fueron unas tierras que constituían la denominada Frontera del Duero, que separaba las dos Españas que existían por aquél entonces: la España cristiana, que fue forjándose progresivamente en los territorios del norte y la España musulmana, que ocupaba el sur de la Península y estaba dirigida desde el Califato de Córdoba.

Dicho esto, dejaremos atrás el pueblo y nos dirigiremos hacia un montículo elevado, a las afueras, en cuya cima se observa la estructura de un edificio neoclásico, probablemente de los siglos XVII ó XVIII y muy remodelado actualmente, que con seguridad sustituye a otro muy anterior: la ermita de Nª Sª de la Concepción.

Son muchas las cosas que en ella llaman poderosamente la atención, como su Retablo Mayor, que reproduce, finamente tallada en madera, una soberbia portada románica o el carro procesional para sacar la imagen de la Virgen en romería, cuya lanza está rematada por la Serpiente del Paraíso, con la manzana de la discordia en la boca y los símbolos del Sol y de la Luna, pero nuestra visita, generalmente fuera del ámbito turístico, se centrará en el pequeño cuarto o sancta-sanctórum que hay detrás del camerino de la Virgen.

En él, colgados en las paredes o depositados cuidadosamente en el suelo, verán una serie de objetos, que les conectará con esa otra dimensión, la Fe, que a mucha gente hoy en día apenas les merece atención y consideran supersticiones de nuestros viejos.

Son los exvotos o dádivas de agradecimiento, cuya existencia –y sería conveniente que tomaran nota de este dato- no es exclusiva de la religión cristiana, como puedan suponer muchos, sino que se extiende a los albores de la Humanidad y ya eran conocidos y ofrendados por diferentes culturas, como demuestra claramente los numerosos objetos similares encontrados en diferentes yacimientos arqueológicos –íberos, romanos, griegos…- y otros lugares muy particulares de la Antigüedad, que también pueden concebirse como lugares de sanación y en algunos casos, también milagrosa: los ninfeos.

No es mi propósito generar polémicas, de manera, que aquí les dejo para que sean ustedes mismos, a tenor de lo que las presentes imágenes y la lectura de las dádivas, les puedan o no sugerir.

Pero sí les advierto una cosa: sean ustedes creyentes o no, pocas oportunidades tendrán de acceder a estos lugares, pues como digo, suelen estar guardados con mucho celo y lejos de las rutas turísticas por excelencia.

Y en cuanto a la fe, no seré yo quien lance la primera piedra, pero como decía el conocido personaje de Shakespeare, Hamlet, príncipe de Dinamarca: hay más cosas en el cielo y en la tierra, de las que sueña nuestra filosofía.

Recopilación de exvotos:

AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están sujetos a mis Derechos de Autor.

Disclosure: Posts on TravelFeed may contain affiliate links. See affiliate disclosure.