Río Lobos, un cañón donde la Tierra se desgarró el pecho

En ese impresionante lugar, que en la actualidad separa dos comunidades viejas pero antagónicas, como son las de Burgos y Soria, dicen los viejos que la Tierra, en esas edades sombrías donde el hombre todavía era una platónica sombra antes de abandonar la caverna para reintegrarse al mundo de la Idea, se abrió el pecho, voluntariamente, para que éstos pudieran contemplar la belleza que se ocultaba en lo más profundo de su corazón.

Este tajo, que tiene, aproximadamente, una treintena de kilómetros de longitud, podría decirse, siquiera sea metafóricamente hablando, que es un atanor, donde la Naturaleza, convertida en celosa alquimista, intenta imitar los hábitats selenitas, inventando mundos de fantasía, que sobrecogen, por su agreste e inconmensurable esplendor.

A la sombra de sus imponentes picachos y amparados por la soledad de sus intrincados senderos, distintas humanidades fijaron su atención en el lugar, elevándolo a la categoría de espacio sagrado, en el que los viejos dioses, aquéllos que habitaban en los sueños arquetípicos del hombre prehistórico, fueron gradualmente enterrados en el limo del olvido, cuando en el monte Calvario, el último suspiro de Jesucristo significó el punto de partida para una nueva Era y una nueva religión.

Tal es así, que hacia la mitad del Cañón, en ese punto donde un desvencijado puente de madera conecta dos orillas, unidas por el sentido universal de la espiritualidad, cuenta una leyenda que el caballo del Apóstol Santiago, dejó una huella marcada, cuando saltó desde lo alto de uno de los temibles acantilados, huyendo de la enfervorecida morisma que le perseguía.

Quizás por ello y porque la soledad del lugar era un aliciente para el cultivo de unas actividades que todavía están poco o nada definidas, la enigmática Orden de los caballeros templarios, decidió instalarse en el lugar, levantando una misteriosa ermita, que según algunos investigadores de la España Mágica, se encuentra situada en el centro de una imaginaria cruz patada que se extendería por las principales posesiones que éstos tenían en la Península Ibérica y que además constituía el centro equidistante de los dos cabos más septentrionales: el de Finisterre y el de Creus.

Lo cierto es que el lugar, convertido en un Parque Natural protegido, atrae la atención de miles de visitantes, que cada año se multiplican, atraídos no sólo por el enorme magnetismo de su belleza natural, sino también, por esa llamada al misterio, que proviene de todo aquello numinoso y difícil de explicar, que siempre atrae la imaginación de los hombres, sin importar el credo y la filosofía que alberguen sus corazones.

Y la vieja ermita de los templarios, dedicada a la figura del Apóstol Bartolomé, aquél que además de practicar el arte de la medicina, se dice que predicó también el Evangelio en ese lugar de cultos ancestrales que es la India, sigue oficiando misas, cada 24 de agosto, festividad de dicho apóstol, dedicándole una hermosa romería a la Virgen de la Salud, de la que son sumamente devotos, innumerables generaciones de sorianos, de los pueblos de alrededor.

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